Hoy #VocesdeUcrania

 

Hoy


El niño se removió entre las sábanas, cauto, añorando el ritual sagrado de su puesta a punto matutina. Su padre entraba en la habitación, descorría las cortinas y le animaba a despertarse. Él se hacía el dormido y su padre fingía no saberlo, volviendo a alzar la voz. El niño miraba de reojo, calculando cuántos segundos podría arrancarle al tiempo antes de que su padre pasara a la acción, sacándolo de la cama entre forcejeos y risas de una lucha acordada.

Pero hoy no había ritual.

Todavía extrañado, decidió ponerse en pie. De pronto, escuchó el eco de un ruido proveniente del exterior. Lejano, ajeno. Como fuegos artificiales propios de una celebración.

Se aproximó a la cocina. Vacía. Después al salón. Vacío. El silencio era denso a su alrededor. Se dirigió después hacia la habitación de su padre. La puerta permanecía entreabierta.

- ¿Papá, estás ahí?

No obtuvo respuesta y se adentró en la estancia. Su padre tampoco estaba allí. Apenas había luz, tan solo la proyectada por una lámpara al lado de la cama, sobre una mesilla. Junto a ella, una nota.

Querido hijo,

Cuando leas esto no estaré en casa y tú te estarás preguntando el porqué. Algunas décadas atrás, un hombre hizo que el mundo se llenara de porqués. Preguntas sin respuesta inundaron el mundo. Pero millones de personas lucharon por encontrarlas. Está sucediendo de nuevo, y yo debo luchar. Por ti, por la memoria de tu abuelo, por Ucrania. No te pido que lo entiendas, aunque sé que lo harás. Debes quedarte en casa, no vayas a la escuela, no salgas, escuches lo que escuches. Esto no es una despedida, volveré.

Un extraño sentimiento recorrió el cuerpo del niño. Sabía a lo que su padre se refería, quién era ese hombre, lo que había sucedido con su abuelo. También sabía que debía obedecer, permanecer en casa, a salvo de esos extraños fuegos artificiales. Pero hoy no era ese día. Tenía examen de Historia en la escuela, y se había aprendido la lección. Volvió a su habitación y se cambió de ropa en silencio. El uniforme, que habitualmente llevaba puesto de cualquier manera, presentaba un aspecto impecable frente al espejo. La mochila, siempre pesada, se descargaba liviana sobre sus hombros. Se dirigió a la puerta de la casa, dispuesto a salir, pero entonces recordó algo. Regresó a la habitación de su padre y descorrió las cortinas, dejando que la luz bañara cada rincón. Era un día soleado.

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